Fuera mancha maldita¡ ¡¡FUERA DIGO¡¡

 

 

 

Eso dice lady Macbeth antesde suicidarse.

Como profesora de teatro tengo que ser capaz de encontrar textos que permitan a los alumnos explorar y afianzar todo lo que entrenamos en clase.

Hacemos multitud de trabajos donde se adentran en personajes muy diferentes a ellos, viejitos en un asilo haciendo punto mientras se comen una mandarina, o monos escondidos en una cueva huyendo de un león… cosas que además de ser divertidas les obliga a salir de sí mismos, olvidarse de quienes son.

Haciendo ese tipo de trabajos consiguen cotas de frescura enormes, están por encima de todo VIVOS. Pero, aunque parezca fácil mantenerlo una vez conseguido, a menudo toda esa espontaneidad y alegría que tienen esos ejercicios se pierde cuando tienen delante un texto. Aparece la tensión, bloqueos… y dejan de ser creíbles.

Hay que cuidar que el acercamiento al texto sea lento, primero solo cuerpo, luego unas frases, muy pocas, de modo que el comportamiento domine. Pero, aun así, el texto, que hace que intervenga mucho más la parte intelectual, puede eliminar la verdad.

Se convierte en una gran mentira, en un teatro muerto. Y da mucho miedo. Porque en cuanto nos tensionamos, eliminamos la vida de lo que hacemos, y empezamos a imitar la vida, pero sin sentir… algo inexplicable pero que ocurre más a menudo de lo que desaríamos.

Para ser real hay que ser flexible y libre.

Pues bien, lady Macbeth me permite acercarme al texto de puntillas, de lado, por el centro, por los bordes… y de mil maneras distintas…. y los alumnos que consiguen entrar en su mundo no lo olvidan jamás, lady Macbeth pasa a ser parte de su memoria para siempre.

Actuar es aparentemente muy sencillo, recibo estímulos y elaboro respuestas, no parece complicado… pues nosotros mismos nos liamos y no permitimos que sea orgánico.

Lady Macbeth permite a los alumnos dejarse llevar, no pensar demasiado, el texto es corto y puede trabajarse sin tener ni siquiera que hacerlo de un modo lineal, sino que puedo ir hacia delante, hacia atrás, repetir, saltar…por lo que se consigue que el texto sea muy orgánico. Llego a tenerlo incorporado y simplemente lo voy liberando cuando lo necesito.

Tiene belleza, el texto tiene unas palabras para expresar lo que siente que te enamoran.

Tiene grandeza, pues son grandes las emociones de las que se compone

Tiene locura, muerte, arrepentimiento, maldad, desesperación, miedo… todas ellas emociones atractivas desde el punto de vista del actor y que enganchan.

Y la acción de lavarme las manos directamente me pone en contacto con mi escucha interior.

Decir un texto tiene un proceso, un proceso que dura un segundo pero que si se estructura tiene varios pasos: acordarse del texto, de la emoción asociada al texto, de sentir la emoción, de mostrar la emoción, de sostener el texto hasta que ya no se puede más, de decir (liberar) el texto, y de mantener esa emoción.

Este texto también nos permite saborear otra gran norma de la interpretación “ el tiempo es del actor” de modo que no me precipito, transito y navego a través de las palabras.

Un día un alumno, bastante cerebral  en general, se entregó de tal manera al ejercicio de representar lady Macbeth que entró en una especie de trance, lavándose las manos, llorando y finalmente quedándose dormido.  Al final estaba mareado, desorientado pero feliz y dijo “no sabía que esto del teatro era un deporte de riesgo” y cuánta razón tiene, hay riesgo de engancharse a ser real, a vivir intensamente, a ser libres en escena y a abandonarse.

Lo bonito es que cada uno tiene su versión, que no hay una única manera de hacerlo, que puede ser malvada, fuerte, frágil, enferma, reina, loca, arrepentida… y una larga lista de características que nos permite encontrar a nuestra lady particular.

No deberíamos buscar el personaje con la presión de que es un gran texto, pues eso hace que cortemos la creatividad, que sólo pueda ser en nuestra cabeza de una manera.

Que no nos pueda el texto, que no nos pueda Shakespeare ni la idea de cómo tiene que ser. Las cosas son lo que nosotros queramos contar, las cosas no tienen solo una forma de presentarse, cada uno de nosotros aportamos nuestra personalidad a lo que contamos, y hacemos que pase de ser una idea a ser algo vivo, algo que permite emocionarse a los demás, y lo más importante, algo que permite contar algo interesante, que nos permite expresarnos y al final esa idea es nuestra aportación al mundo.

No dejemos que decidan por nosotros, contemos las historias como las queremos contar.

Y para eso tenemos la colaboración de Shakespeare, para que aprendamos a que los grandes como él son grandes precisamente porque nos permiten ser grandes a nosotros al interpretarlos.

 

Fuera mancha maldita, fuera digo

Una, dos, ya es hora de hacerlo

El infierno es sombrío

Que vergüenza mi señor, qué vergüenza, un soldado con miedo

Siempre el hedor de la sangre, ni todos los perfumes de arabia desinfectarían esta pequeña mano mía……

Shakespeare

 

City of stars, are you shining just for me?

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