La emoción pura. cap 1

 

Hace 20 años escribí un librito de apuntes al que titulé la emoción pura. Ese era mi lema, y sigue siéndolo, aunque he cambiado mucho desde entonces, lo sigo pensando. También es cierto que para antes de una muestra siempre damos nuestro particular grito de energía: fuerza y amor.

Ambos siguen siendo mis grandes pilares tanto para dar clase como para dirigir.

¿Emoción pura? ¿Por?  Quizás porque el teatro es una gran mentira, todo es un engaño, engaño a mis sentidos para que sientan frío, calor, un desierto, mi habitación… Engaño a mi mente para pensar que ese señor que apenas conozco es mi marido, engaño a mi cuerpo para que abrace a ese muñeco que se parece a mi hijo… pero no puedo engañar en la emoción, eso son palabras mayores.

La emoción tiene que ser real, no es posible no emocionarse y hacernos creer a todos que lo estás, la emoción se huele, se palpipa, se siente no sabemos dónde, pero nos llega en cuanto es real.

Yo no creo en todo el tema de energías exotéricas pero de lo que estoy segura es de que cuando en una clase acabamos un ejercicio, la emoción (o energía) se palpita, y cualquiera puede sentirlo, como un grupo de personas animando a la vez a un deportista, las emociones compartidas crecen y se contagian y se sienten. El actor tiene que crear esa energía él solito y conseguir contagiarla… todo un reto. 

Volviendo a la mentira del teatro, bien, en el fondo, todos estos pequeños engaños, el lugar, la temperatura, ese hombre… o sea, TODO, se van convirtiendo en realidad cuando conecto emocionalmente. La emoción tiene la capacidad de volver real lo que era un juego hace un momento.

Cuando un actor elige el camino de la mentira, ya no hay vuelta atrás, el de la verdad y la mentira son caminos divergentes. Pero cuidado, el miedo a la mentira no es el camino a la verdad como decía Inma Gamarra en una de sus clases.

Hay veces que algún alumno presionado por el tiempo o por si mismo, no lo sé, decide hacer que hago o que siento  en lugar de hacer y sentir, quizás porque aparentemente es más sencillo, pero nada más lejos de la verdad, ese “hacer que hago” es muy limitado, puedes convencer al público a lo mejor durante unos segundos, pero ni te imagines que van a acompañarte en esa mentira durante lo que te quede de obra. Y lo malo de elegir ese camino es que es muy complicado pasar al de la verdad, el de la emoción … se van separando y cada segundo que camines por el de hacer más lejos y más difícil es volver al de la emoción real.

Algunos ponen la emoción en la voz y están convencidos de que están sintiendo, sólo cuando la sienten de verdad ven la diferencia.

Yo los propongo acciones muy sencillas: ¡cómete una galleta¡ para que sientan la diferencia entre la verdad y el hacer que.

Para conectar con la emoción ya hemos hablado en otras ocasiones de primero movilizar el cuerpo,  y luego PARAR, para el cuerpo y parar el corazón un instante para poder escuchar. Permitirme relajarme porque llega la hora  de trabajar el detalle, lo pequeño, escuchar mi corazón, estar con uno mismo, y finalmente pensar en qué me conecta con mi personaje.

Para crear un personaje a nivel emocional, uno recurre siempre por supuesto al texto que tengo delante, las relaciones con los otros personajes, a todas las vivencias que aparezcan en la obra y luego ya empiezo a trabajar con mi imaginación, puntualizando cada una de las relaciones con un hecho concreto, por ejemplo, o trabajando cómo me siento respecto a mi vida…etc. Finalmente, siempre hay algo que yo llamo la rendija por la que se me cuela el personaje, que hace que todo cobre sentido, de pronto cuando pienso en ello, entiendo sus acciones, sus relaciones y su vida. Esa rendija, no se sabe por qué, es por donde se me cuela la emoción. Suele hacer que me emocione, que mire a mi personaje con la ternura suficiente como para entenderlo y no juzgarlo.

Esa rendija no siempre es un pensamiento, puede ser un olor, la ropa, una canción, un sonido o una mirada.. Lo bueno es que puede estar en cualquier parte, lo malo es que a veces no sabemos buscar. Pues ese pensamiento es el motor de la emoción inicialmente al menos, y luego una vez conectados, la clave suele ser escuchar, escuchar con el corazón a uno mismo y al otro. Escuchar las palabras que estoy pronunciando o lo que estoy haciendo. Ser consciente vuelve todas y cada una de las acciones en experiencias que enriquecen mi personaje y lo hacen ser como es, y ver la reacción del otro, escuchar lo que me dicen y cómo me lo dicen.

Y no olvidéis que una vez que tengo la emoción: Un gran actor no empuja la emoción, sino que no puede evitarla.

 

no puedo vivir sin ti

Fuerza y amor

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