Eso dice lady Macbeth antesde suicidarse.
Como profesora de teatro tengo que ser capaz de encontrar textos que permitan a los alumnos explorar y afianzar todo lo que entrenamos en clase.
Hacemos multitud de trabajos donde se adentran en personajes muy diferentes a ellos, viejitos en un asilo haciendo punto mientras se comen una mandarina, o monos escondidos en una cueva huyendo de un león… cosas que además de ser divertidas les obliga a salir de sí mismos, olvidarse de quienes son.
Haciendo ese tipo de trabajos consiguen cotas de frescura enormes, están por encima de todo VIVOS. Pero, aunque parezca fácil mantenerlo una vez conseguido, a menudo toda esa espontaneidad y alegría que tienen esos ejercicios se pierde cuando tienen delante un texto. Aparece la tensión, bloqueos… y dejan de ser creíbles.
Hay que cuidar que el acercamiento al texto sea lento, primero solo cuerpo, luego unas frases, muy pocas, de modo que el comportamiento domine. Pero, aun así, el texto, que hace que intervenga mucho más la parte intelectual, puede eliminar la verdad.
Se convierte en una gran mentira, en un teatro muerto. Y da mucho miedo. Porque en cuanto nos tensionamos, eliminamos la vida de lo que hacemos, y empezamos a imitar la vida, pero sin sentir… algo inexplicable pero que ocurre más a menudo de lo que desaríamos.
Para ser real hay que ser flexible y libre.
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