Saca el monstruo que llevas dentro

Luis interpretando a Macbeth

Nuestro personaje  somos nosotros: no,…  pero…tampoco partimos de la nada

Debemos aspirar a ser lienzos en blanco, donde se pueda dibujar el personaje que estamos construyendo.

Hace unos años creía firmemente en la transformación de un actor en un personaje, en ese momento sagrado en que encarnas, como en la sala de los espejos del kabuki, al personaje. Ese instante mágico en el que el actor sufre esa posesión, que piensan como el personaje  y se comportan como él.

Ahora lo creo con igual firmeza, pero ligeramente distinto.

Partimos de la base de que elijo no trabajar con mis propias vivencias de un modo consciente, para atraer emociones o situaciones emocionales.  El lema de este blog: “dramassindrama” sigue vigente

Pero también sé que es imposible trabajar sin nuestro imaginario, y todos tenemos uno en el que cabe todo, películas, libros, teatro, exposiciones, sueños, pero por supuesto también están y de un modo bastante protagonista, nuestras vidas. Es muy complicado tratar de eludir todo lo referente a nuestras vivencias porque están ahí, y acuden aunque no se las convoque. Aunque tampoco hay que temerle a eso, ¿se me cruzan mis vivencias?, vale, mientras no sea de un modo consciente, pues es normal.  Eso sí, procurando que si me meto en zonas peligrosas, es decir, heridas no curadas, es mejor salir y empezar desde otro lado.

Cuando hablamos de construir personajes  casi siempre se habla de dos niveles de trabajo;  a nivel físico y a nivel psicológico.

Pero diría que no es tan simple y que existen muchas otras maneras, de construir un personaje a partir de las cosas más variopintas. A veces no conectas con él, se te resiste, no te encuentras cómodo, todo resulta artificial, falso,  forzado y de pronto te pones determinado vestuario y… ¡tachann¡,  todo cambia, la ropa te hace entenderlo y que las piezas encajen , o encuentras un gesto que te define y a partir de ahí empieza a crecer, o incluso una musica, o una voz, no hay nada escrito y no hay normas, eso hay que tenerlo claro, en esto de la interpretación hay muy pocas normas. ¿Qué hace que esa creatividad surja en determinado momento?, creo que el que conecta con algo nuestro, algo que nos afecta, que nos divierte, que nos sorprende…  

Cierto es que los personajes, al igual que las obras  tienen vida propia, van encontrando su lugar, se van ajustando y a veces a pesar del actor o en contra de lo que a priori se pensaba. Hay que dejarlo vivir, respirar, para que sea bello, fácil, creíble, orgánico, sin juzgarle, sin reírte de él, sino con el sumo respeto y cariño,  creo que hay que querer a todos nuestros personajes, sean como sean.

Lo ideal es, como decía,  convertirse en un lienzo en blanco,  ser lo más neutros posibles de base,  quitarnos el personaje adquirido, esos gestos que nos definen, ese tono o ritmo al hablar que nos identifica como personas y que nos hace diferentes y distinguibles entre miles, a partir de esa neutralidad, empezar a crear.

¿Cómo adquirimos esa manera particular de mirar, de andar, de pensar, de ser…?  Son el resultado de lo que Stanislavski denominó  “las circunstancias dadas”. Construimos el personaje a partir de todo lo que le ha ocurrido, todas las vivencias acumuladas que le configuran como personaje.  

Hay dos tipos de actores, los que se transforman físicamente y los que no, y ambos pueden estar llenos de emocion y verdad.

 Al final nuestro cuerpo es nuestro cuerpo, nuestra cara es nuestra cara y tenemos que partir de  nosotros,. pero…  ¿eso significa que no podemos construir personajes?

Uhmm, sí podemos, y lo hacemos, pero… (esto lo digo con mucho cuidado), creo que todos los personajes están dentro de nosotros,  por eso a veces se puede hablar de que en realidad no se construye un personaje sino que solo liberas la parte de ti que conecta con ese personaje. Todo está dentro de ti, todos los pensamientos, todos los comportamientos, la capacidad de hacer mal y la capacidad de hacer bien, la capacidad de amar y de odiar, todo , absolutamente todo lo tenemos dentro. Y  nos toca decidir con cual de nuestras partes vamos a trabajar determinado personaje, y por qué elijo  sacar eso. La cuestión es que hay que permitirles salir, todos los pensamientos están dentro de nosotros, y admitirlo es duro, muy duro, pero si lo niegas, si no permites que esos pensamientos salgan en determinado momento no vas a poder hacer muchos de los personajes con los que te vas a ir encontrando en los escenarios o platós.  O los harás sin verdad, haciendo que haces, haciendo que sientes sin sentir, sin que la emocion sea real.

Actuar podría ser liberar partes de ti,  eso que te lleva a usar el cuerpo de determinada manera, mirar de un modo distinto,  hablar y  comportarte diferente,  y todo provocado por las circunstancias que haya vivido tu personaje. Por cómo le ha tratado la vida.  

Y detrás está el actor, puede desaparecer más o menos, ser más transparente o menos, pero no podemos evitarlo, ahí estamos, agazapados, escondidos, camuflados, tratando de pasar desapercibidos, pero estamos ahí.

Yo he negado mucho tiempo mi parte de maldad, el monstruo que llevo dentro, y estoy convencida de que, a menudo, cuando estoy actuando, lo libero.  Eso me ha hecho consciente de que en el fondo habita en mí y tengo que aceptarlo, tenerlo controlado, pero aceptar que está conmigo, me acompaña. Y por eso quizás es tan liberador actuar, porque me permite relajarme, dejarlo salir a pasear un rato.

Mi consejo es que no tengas miedo, deja salir a tu monstruo interior, o tu ternura, o tu vulnerabilidad, úsalos, despiértalos, sácales partido,  eso no significa que se quede para siempre, después de actuar puedes volver a meterlo en su jaula si no te gusta.

La guerrilla del teatro

Nuestra particular visión de Bertolt Brecht  2024

Hace algunos años en una de las presentaciones del curso de interpretación, Pilar, mi compañera de trabajo y amiga desde hace 30 años dijo que éramos la guerrilla del teatro, y aunque me asustaba pensar entonces en ello, estaba convencida de que quizás, necesitábamos ser más puristas, tener una metodología de enseñanza estricta, muy acotada, muy clara, precisa y que esa seria nuestra seña de identidad, nuestra firma y nuestra única metodología, y me esforzaba mucho por encontrarla, por buscar la metodología perfecta, la que valiera para todos mis alumnos y para todo tipo de estilos teatrales…. Ahora  tengo la firme convicción de que no la hay y por lo tanto, no hay una definición mejor para nuestra metodología, me ponga como me ponga.

En un libro que he leído recientemente de Austin kleon,  él defiende que no hay nada mejor que ser amateur, en el sentido de lo que significa amante, y que al autodenominarnos así, significa que amamos nuestra profesión, la amamos incondicionalmente.

 Otra cita de  Chaplin dice:

«solo podemos ser aficionados, no hay tiempo para nada más»

Estas reflexiones me hace sentir casi orgullosa de esta definición: somos la guerrilla del teatro.

En la escuela no somos puristas, tenemos una mezcla de profesorado que ofrecen conocimientos variados y diversos, adquiridos en años de aprendizaje, de leer, de probar, de enseñar, de ser permanentemente alumnos, y que lo único que nos une es el deseo profundo de que los alumnos de interpretación aprendan, comprendan y sean felices en ese proceso.

Y llamamos felicidad a encontrarse con ellos mismo, a descubrir un modo nuevo de mirar a los demás y al mundo. A que no nos recreemos en el dolor ni en las heridas.

Un estudiante de interpretación ya es por sí mismo un ser habitualmente frágil, Guillermo, el director de la escuela, dice siempre que los actores son raros ya por el hecho de ser felices siendo otros, y tiene razón, hay  algo de locura, algo de infantil y algo de inmadurez quizás en el acto de interpretar, que por otro lado lo traducen como  “jugar” en muchos idiomas.

Estos alumnos que acuden a la escuela, se merecen que busquemos el mejor método para convertirles en actores. Y quien se empeñe en que hay un solo camino, o un único método creo que se equivoca. Somos todos diferentes y hay que ir buscando lo que puede ayudar en cada momento.

La guerrilla del teatro y la interpretación, eso significa, no parar nunca, no creer que esto de la interpretación es una disciplina inmóvil, sino viva, que cambia con los años e incluso cambia con el grupo, según lo que va necesitando.

La guerrilla son profesores que indagan en otros teóricos, que leen, que asisten a clases, y ven teatro,  que van cogiendo de aquí y allá lo que intuyen y piensan que puede ser válido, lo que es interesante, lo que puede facilitar y mejorar el trabajo de los alumnos.

Nuestra metodología la clasificamos de «la emoción pura». Algo creado en la escuela y que seguimos suscribiendo, pero no se queda allí, está llena de ejercicios de Grotowsky, de Michael Chejov, de Anne Bogart, Meisner, Laban y de otros muchos. Incluidos todos nuestros profesores que han ido incorporando métodos de trabajo y ejercicios a lo largo de los años. Creando conexiones y puentes, uniendo nuestras experiencias con otras.

Aprovecho para agradecer a todos los profesores que han pasado por la escuela y han ido incluyendo muchas pequeñas metodologías que han convertido a metropolis en lo que es.

Desde aquí os animo a todos los alumnos a aumentar vuestro imaginario, a coger lo que os valga y desechar lo que no os funcione. No daros nunca por vencidos e id elaborando vuestro sistema. Copia lo bueno de tus compañeros o tus ídolos, interésate por cómo lo hacen otros.   Siendo serios, comprometidos e inquietos… Llegareis donde queráis.  Y no olvides compartir siempre sin temor a ser copiado.

Recuerda que interpretar es un acto de generosidad.

SATORI

(Roxy)

Satori es un momento de no-mente y de presencia total,

Término japonés que designa la iluminación en el budismo zen.

La palabra significa literalmente ‘comprensión’

Es un momento de iluminación, un momento es que se comprende, se entiende algo, un momento de conexión total con el tiempo y el espacio.  Un momento de paz y equilibrio.

No siendo japonesa, ni siquiera estoy segura de que esté entendiendo correctamente el término, pero a mí me vale y voy a tratar de explicaros por qué creo que los actores y el satori están tan conectados.

Son momentos perfectos de la vida, en que todo está en su sitio, en que estás donde quieres estar y haciendo lo que quieres hacer y las circunstancias que te rodean son idóneas; temperatura, espacio, compañía, no te duele nada… etc. Parecen sencillos pero aun buscándolos no son fáciles de alcanzar.  Un mensaje del móvil, o demasiado ruido en la cabeza puede frustrarlos.

El actor, como artista, experimenta momentos satori. Momentos en que sientes que el personaje te ha poseído, que perteneces al personaje, y que apenas  puedes controlar lo que él hace, el personaje te controla, controla tu cuerpo, controla tus emociones y controla cómo ves el mundo y el modo de relacionarte con él. 

Sientes el escenario, el público, el personaje, eres consciente de que lo estás controlando, que estás haciendo bien tu trabajo, que respetas las pautas marcadas pero sin ser un robot, que mantienes el ritmo adecuado, que el público está atento a lo que haces, a cada uno de tus movimientos, que tu concentración y tu entrega son totales… esos momentos son mágicos y creo que son los culpables de que tanta gente quiera ser actor y se enganche a esta profesión.

Pero ¿qué se necesita para construir ese momento?  Creo que trabajo, trabajo y trabajo.

Pero también actitud, creo que sin ese momento  de compromiso, en que te entregas a lo que haces, no es posible vivir un instante satori, de compresión y de conexión con el mundo.

Los actores tenemos el privilegio de poder sentir eso, y me incluyo porque yo, como profesora, tengo la suerte de que cuando estoy en una clase, compartiendo la clase, aprendiendo juntos, descubriendo cosas juntos, tengo bastantes momentos de esos, en que algo que se propone funciona, que todos vemos que funciona, y todos juntos vivimos ese momento. Eso hace que después de tantos años aun disfrute inmensamente de la mayoría de mis clases.

Puedes sentir que lo que está ocurriendo en la clase está calando en los alumnos, que les interesa, ya sea lo que yo puedo compartir con ellos, como lo que ocurre en el escenario, y les hace pensar, les hace creer en su capacidad de crear algo hermoso y artístico, creer en ellos y en el grupo, que son parte de algo y que lo que hacen trasciende. Y vuelve a producirse la magia, el momento satori.

Yo personalmente lo siento de un modo muy intenso, y de hecho, en las clases, en las que lamentablemente no tenemos ningún instante satori, (también tengo muchas) que no consigo interesarles lo suficiente, o que lo que ocurre en el escenario no fluye,  me voy a casa un tanto frustrada, dispuesta a pelear para que la siguiente clase esté llena de ellos y sabiendo que lo vamos a conseguir.  Llego a casa enfadada conmigo, porque pienso que no ha sido una clase que mereciera la pena.

No sé si mis alumnos son tan conscientes de esos instantes, pero confío en que sí. Ese momento de plenitud, al decir una frase, al responder a un impulso, a no pensar sino dejarse fluir,  ese momento en que parece que todo está bien, que todo va a salir bien, que lo estamos haciendo bien, que estamos donde queremos estar.

Si un actor pudiera dejar la cabeza fuera de clase, relajarse, darlo todo, no guardarse nada, ser transparente. Si pudieran confiar en ellos, tener conciencia de lo poderosos que son, de lo grandes que son, solo concentrándose, no dudando, escuchando de verdad, mirando al otro, haciendo de verdad en lugar de haciendo que hago, si vieran la grandeza que hay detrás de todo eso, lo harían siempre, no esperarían a estar más confiados, a saberse mejor el texto, a tener el vestuario, etc. Sino que lo sacarían ya, hoy, ya, ahora, disfrutar el ahora y tener muchos momentos satori. A eso os ánimo.

Silencio

Todos los ojos mirando

Nos miramos

Nos vemos

Nos observamos

Nos abrazamos

Estamos ahí

Más silencio

Un nudo en el estómago

Las palmas de la mano sudando

Nos vemos

Nos miramos

Nos observamos

Estamos juntos

En un silencio ruidoso

En un silencio denso

Lleno de sentimientos

El silencio

Estoy presente

Estás presente

Respiro

Respiras

Respiramos

Empieza el movimiento

Una coreografía entre todos

Conectados

En comunión

Bailando en el escenario

Muchas energías juntas

En armonía

Un único aliento

Emociones en el estómago

Luces que se apagan

Aplausos

Euforia

Camila sierra

Sofrosine

Katharsis, anagnórisis, sofrosine e hipócrita.

Καταρράκτη      ἀναγνώρισις      σοφροσίνη       ιπποκρίτης

Katharsis: Purificación emocional corporal, mental y espiritual. Mediante la experiencia de la piedad y el temor, los espectadores de la tragedia experimentaran la purificación del alma de las pasiones.

Anagnórisis: Recurso narrativo que consiste en el descubrimiento por parte de un personaje de datos esenciales sobre su identidad, sus seres queridos o su entorno, ocultos para él hasta ese momento.

Hipócrita: En el teatro griego era simplemente el que portaba dos máscaras para hacer dos personajes diferentes en una tragedia.

Sofrosine: la calma. Excelencia de carácter y solidez de la mente.  Autocontrol, moderación o templanza.

Cuando llevas tiempo impartiendo clases, yendo al teatro y cuestionándote acerca de él, surgen preguntas sobre su origen, y por qué sigue siendo tan importante en mi vida, y en la de muchas personas.

No solo el hecho de hacer teatro, sino que el acto de asistir a su representación se convierte en algo esencial.

Hacer teatro…. Interpretar, encarnar, entrar en trance… ¿Por qué seguimos queriendo experimentar, sentirnos otra persona, ¿por qué seguimos queriendo contar historias?  Y en el otro lado: ¿por qué nos engancha de ese modo la experiencia de compartir emociones con otras personas que no conocemos cada vez que vamos al teatro? Nos sentamos en la butaca llenos de expectativas, la emoción cuando se apaga la luz. ¿qué viaje voy a realizar?, ¿adónde me va a llevar? y ¿hasta dónde me va a remover? ¿hasta dónde me lo voy a permitir? Y siempre deseo que sea muy lejos y que me mueva hasta las entrañas.

Yo no soy creyente, pero os aseguro que en la sala de ensayos o en una sala de teatro, se produce algo espiritual: Magia.

¿De dónde nos viene esta necesidad? Eso es lo que me pregunto, y a la vez me maravillo de que la tecnología a la que tenemos hoy en día alcance y todos los productos para crear experiencias excitantes no hayan terminado con algo tan sencillo como alguien en un escenario con una luz, grande o pequeña, contándote una historia.  La experiencia teatral sigue siendo única.  Somos contadores de historias. Y la energía de la emoción y el pensamiento colectivos engancha. Y hacerlo mucho más.

Para los griegos el teatro era una parte esencial de su vida. Se celebraban las grandes dionisiacas, varios días donde todo tipo de obras eran representadas y todos acudían al teatro, estaban muchas horas, se relacionaban, aprendían sobre ellos mismos y sus historias, era una experiencia compartida a la que todos tenían derecho, porque lo consideraban un bien para la sociedad.

¿Qué nos queda de nuestros antepasados?, de los griegos ¿cuánto tenemos que aprender?. ¿Qué recorrido hay del teatro?.

¿Cuánto queda por hacer?, ¿qué nuevas cosas llegarán?

EL teatro surgió de una fiesta: el ditirambo.  Me gusta pensar el acudir a un lugar de representación que sigue siendo algo festivo, donde unos actores que entran en trance. Trance no en el sentido extraordinario sino algo casi cotidiano para ellos pero que no deja de ser un momento mágico, pues un actor en plena representación se convierte de verdad en el personaje. Piensa, se comporta, siente, ve, huele, y acciona como él.

Nos queda mucho de todo eso. Aunque el mundo haya avanzado muchísimo en otros aspectos, la esencia del teatro sigue siendo la misma.

Puede haber espectáculos con luces, vídeos, maquinaria, efectos impresionantes, pero también hay otros sencillos en las que un actor te pone los pelos de punta sin nada más que un escenario vacío.  Y eso es lo maravilloso de teatro, la cantidad de posibilidades expresivas y poéticas diferentes que te ofrece. Tiene un lenguaje propio.

Y demos gracias a los creadores que están en una búsqueda constante de encontrar el modo de sorprendernos de nuevo. Y lo consiguen muy a menudo.

Agradecer también al público esa apertura, cuando se sienta en la butaca está deseando entrar en tu historia, se lo quiere creer, está deseando compartir contigo ese viaje. Eso nos permite a los actores licencias poéticas maravillosas. Lo compruebo en cada muestra de la escuela, siempre hay algo que el alumno/actor duda si se entenderá, pero el espectador comprende, está a tu lado. Y siempre ha sido así.

El teatro se reinventa en cada obra, así mismo la forma de interpretar o encarnar a los personajes ha ido variando a lo largo de la historia y cada actor va encontrando su propio estilo. Eso hace que nunca veas lo mismo, aunque el libreto tenga cientos de años.

Hay aspectos que se mantienen como el coro griego antiguo; En el teatro griego el coro se utilizaba para cuestionar a los personajes, como la voz del autor, o del público.  Eso hoy en día se utiliza constantemente, aunque no lo reconozcamos con ese nombre. voces en off, monólogos donde uno mismo se pregunta por el sentido de lo que está haciendo, o incluso personalizado en uno de los personajes, que se pasa toda la obra molestando y cuestionando al protagonista.  

Katharsis, hipócrita y anagnórisis.  ¿Cuantas palabras incluso se siguen utilizando hoy en día que vienen del teatro?  Muchas más de las que pensamos.


¿Qué nos queda de los griegos? Mucho. Todos los dramas de hoy en día tiene mucho de las antiguas tragedias griegas.  Esos seres que se creían que el Agón, en el destino, que nada podían hacer por cambiar lo que estaba escrito…Quizás nos cuesta ver que no somos víctimas de los acontecimientos, que tenemos salvación, que podemos escapar a la tragedia, pocos personajes son capaces de escapar y adaptarse a las nuevas situaciones. Eso les convierte en más griegos que nadie.

Esos personajes sufren, pero en el teatro, a los actores, en general, nos encanta poder representarlos. 
Sabemos que los personajes nunca se curan, sus heridas son arrastradas durante toda su existencia, como un papel rasgado, doblado o quemado. Eso les confiere un personalidad interesante, poliédrica y compleja, que a los actores les encanta desentrañar y mostrar utilizando todo su arte para resultar hipnóticos para el público. 

EL teatro griego nos ha dejado grandes tragedias que hoy en día se siguen representando. Personajes despechados que matan a sus propios hijos como Medea… pero no hace falta que sean escritos hace 2500 años, muchos de los personajes de muchas de las obras actuales son auténticos griegos, y de ese sufrimiento podemos ver reflejado una parte de nosotros y sentirnos héroes cuando recuperan el equilibrio.

No perdamos al griego que llevamos dentro, para sentir con intensidad, para ser permeables a lo que ocurre a nuestro alrededor, para tener momentos de anagnórisis tan profundos que cambien nuestra vida, para contener la hybris y dejar de ser hipócritas, consigamos la sofrosine y seamos felices.  Y a la vez, consigamos salir de ese laberinto, usemos nuestra creatividad, no permitamos que decidan por nosotros. Vivamos el teatro, disfrutemos con él y dejemos que cambie el mundo como siempre lo ha hecho. Y a esos espectadores que nos permiten trabajar con libertad: GRACIAS.

PRESENCIA

categoría:  reflexiones de una teatrera

 

Presencia= Peso, fuerza, intensidad, magnetismo, verdad.

Entras al escenario y no hablas, solo miras… y el público no puede evitar mirarte, se siente intimidado y sigue cada movimiento que haces como si de ello dependiera la obra, nadie quiere perderse ni un detalle, no vaya a ser que sea crucial, y cuando abres la boca, cada una tus palabras parecen tener la verdad, la fuerza absoluta. Se hace un silencio total cada vez que haces una pausa, nadie respira…

Todos creen lo que dices, no se cuestiona, sí, están en tus manos.

Y es cierto, nos tienen a su merced.

Eso es la presencia, algo difícil de explicar, y aún más complicado de enseñar.

Hay actores que la tienen prácticamente de un modo natural, pero que nadie se desanime si piensa que no la tiene, quizás no consigue la fuerza de Sean Connery o de Liam Neeson tan fácilmente, pero tendremos la suficiente como para ser capaces de ser los que dirigen.

Ser actor en algunos momentos se parece mucho a ser un director de orquesta, tienes que atrapar al público y luego, dirigir un poco su mirada y su pensamiento. Les acelero, les pauso, les emociono…

Con ello no estoy diciendo que el publico no sea capaz de pensar, que sean como borregos a los que voy llevando por donde yo quiero, en absoluto, de hecho, pienso que el teatro mejor es el que te despierta preguntas, el que te deja huecos que tienes que rellenar luego tú.

El verfremdungseffeck (efecto de distanciamiento) de Brecht, pretendía tener a un público pensante, activo, a base de parar la obra, de romper la cuarta pared, de meter canciones, de contar lo que va a ocurrir incluso antes de que ocurriera o narrarlo después, mezclar narradores con acciones… etc. De ese modo el público, eso pensaba, tendría que darse cuenta de que estaba dentro de una obra y dejaría de entregarse tanto emocionalmente como para permitirse pensar al tiempo que disfrutaba de la obra. Pretendía educarnos, pues dejas de ver el caso concreto de los personajes y entiendes más el problema social que te puede estar presentando. Pero lo cierto es que cuando el teatro está bien interpretado, ya puedes hacer lo que quieras, hablarnos, insultarnos, darnos la espalda, callarte…que el público está dispuesto y entregado. Eso es lo bueno y lo malo.

Por cierto, durante muchísimos años en el teatro no se podía dar la espalda, era tan terrible que, en Francia, un belga nacido en 1888 llamado Antoine, creo el teatro libre también llamado el “teatro de espaldas” y el público llegaba a irse del teatro pues se sentía insultado.

Pepa Aniorte, ex alumna de la escuela, en una charla con nuestros alumnos le decía que tuvieran calma, y salieran tranquilos a escena,  porque el público que acude al teatro, siempre quiere que la obra sea maravillosa, desde que ya saben que van a acudir al teatro empiezan a prepararse, por lo que hayan oído, por alguna imagen que hayan podido ver, por un comentario de otro espectador…  y van creando unas expectativas, casi siempre buenas, puesto que han decidido ir a ver la obra, y harán todo lo posible para que se cumplan. De modo que suelen estar a nuestro favor, y no en contra como, por los nervios que presentan antes de salir a escena muchos actores, parecen creer.

El público quiere sufrir contigo, emocionarse, que les cuestiones, que les revuelvas, que a veces no sepan muy bien que piensan al respecto… pero está claro que están con nosotros. Allí, construyendo ese espacio mágico que es un teatro.

Cuantos más años eres actor, más presencia tienes… esta máxima suele ser cierta.

Tened confianza… sé que, aunque es una sola palabra, no es tan fácil aumentarla, y  entonces mi consejo a los que empezáis es; paciencia y ensayos, ensayos, y más ensayos.  Nada aporta mas confianza que el saber lo que estoy haciendo y para saber lo que estoy haciendo hay que prepararse bien, antes de los ensayos, durante los ensayos y antes de la representación. A Darío Frías le preguntaban en una charla algún truco para vencer los nervios y dijo: ir preparado y ensayado. Y no hay mucho más.

Y nada te aporta más presencia que la confianza.

Es cierto que no todos somos iguales, y que no todos los personajes exigen el mismo nivel de presencia, pero en lo que creo que estamos muchos de acuerdo es en que un actor tiene que tener esa presencia que te da el confiar en tu trabajo.  Y esa confianza se va traduciendo en lo que digo siempre, libertad para probar y arriesgarme.  Eso te aportará verdad.

Y para finalizar, pienso que para tener presencia fuera del escenario, que también se necesita, el mejor consejo es ser uno mismo, cuando no tienes miedo de ser como eres, y cuando eres tú mismo es imposible hacerlo mal, y eso también aporta confianza. (yo tengo 54 años y estoy todavía en ello, pero me voy acercando poco a poco, y este blog es una muestra de ello.)

En definitiva: presencia, dentro del escenario, ensaya mucho y fuera del escenario, sé tu mismo.

Animo a todos. Y mucho amor.

saber que ser puede /querer que se pueda/ quitarse los miedos/ sacarlos afuera y pintarse la cara color esperanza

 

La emoción pura. cap 1

 

Hace 20 años escribí un librito de apuntes al que titulé la emoción pura. Ese era mi lema, y sigue siéndolo, aunque he cambiado mucho desde entonces, lo sigo pensando. También es cierto que para antes de una muestra siempre damos nuestro particular grito de energía: fuerza y amor.

Ambos siguen siendo mis grandes pilares tanto para dar clase como para dirigir.

¿Emoción pura? ¿Por?  Quizás porque el teatro es una gran mentira, todo es un engaño, engaño a mis sentidos para que sientan frío, calor, un desierto, mi habitación… Engaño a mi mente para pensar que ese señor que apenas conozco es mi marido, engaño a mi cuerpo para que abrace a ese muñeco que se parece a mi hijo… pero no puedo engañar en la emoción, eso son palabras mayores.

La emoción tiene que ser real, no es posible no emocionarse y hacernos creer a todos que lo estás, la emoción se huele, se palpipa, se siente no sabemos dónde, pero nos llega en cuanto es real.

Yo no creo en todo el tema de energías exotéricas pero de lo que estoy segura es de que cuando en una clase acabamos un ejercicio, la emoción (o energía) se palpita, y cualquiera puede sentirlo, como un grupo de personas animando a la vez a un deportista, las emociones compartidas crecen y se contagian y se sienten. El actor tiene que crear esa energía él solito y conseguir contagiarla… todo un reto. 

Volviendo a la mentira del teatro, bien, en el fondo, todos estos pequeños engaños, el lugar, la temperatura, ese hombre… o sea, TODO, se van convirtiendo en realidad cuando conecto emocionalmente. La emoción tiene la capacidad de volver real lo que era un juego hace un momento.

Cuando un actor elige el camino de la mentira, ya no hay vuelta atrás, el de la verdad y la mentira son caminos divergentes. Pero cuidado, el miedo a la mentira no es el camino a la verdad como decía Inma Gamarra en una de sus clases. Continuar leyendo «La emoción pura. cap 1»

Fuera mancha maldita¡ ¡¡FUERA DIGO¡¡

 

 

 

Eso dice lady Macbeth antesde suicidarse.

Como profesora de teatro tengo que ser capaz de encontrar textos que permitan a los alumnos explorar y afianzar todo lo que entrenamos en clase.

Hacemos multitud de trabajos donde se adentran en personajes muy diferentes a ellos, viejitos en un asilo haciendo punto mientras se comen una mandarina, o monos escondidos en una cueva huyendo de un león… cosas que además de ser divertidas les obliga a salir de sí mismos, olvidarse de quienes son.

Haciendo ese tipo de trabajos consiguen cotas de frescura enormes, están por encima de todo VIVOS. Pero, aunque parezca fácil mantenerlo una vez conseguido, a menudo toda esa espontaneidad y alegría que tienen esos ejercicios se pierde cuando tienen delante un texto. Aparece la tensión, bloqueos… y dejan de ser creíbles.

Hay que cuidar que el acercamiento al texto sea lento, primero solo cuerpo, luego unas frases, muy pocas, de modo que el comportamiento domine. Pero, aun así, el texto, que hace que intervenga mucho más la parte intelectual, puede eliminar la verdad.

Se convierte en una gran mentira, en un teatro muerto. Y da mucho miedo. Porque en cuanto nos tensionamos, eliminamos la vida de lo que hacemos, y empezamos a imitar la vida, pero sin sentir… algo inexplicable pero que ocurre más a menudo de lo que desaríamos.

Para ser real hay que ser flexible y libre.

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flexibilidad 2. Inspiración…¿dónde andas?

Un actor tiene una línea divisoria muy frágil entre él y su personaje.

Es como bucear…estoy bajo el agua con una percepción un tanto irreal de lo que me rodea y sobre todo de lo que está fuera del agua…de vez en cuando necesito salir al exterior y coger aire, de ese modo mi mente chequea que todo está en orden, que no he hecho daño al otro, que estoy en el lugar adecuado del escenario, que he dicho mi texto… pero a veces, estoy mas tiempo del habitual y llevo hasta el limite mi capacidad pulmonar, buceo, buceo, buceo y estoy feliz…estoy en las profundidades con mi personaje…  y eso engancha. Estoy inspirado solemos pensar.

La inspiración hay que cuidarla, hay que darle de comer, hay que mimarla, escucharla…sino se irá hacia otro lado.

Hay gente capaz de imaginar el resultado en la mesa de trabajo y otros, entre los que me incluyo, que por más que llevemos todo preparado, escrito, pensado, dependemos tanto de las personas, y de todo lo que nos aportan en cada ensayo, que estas casi obligado a volver a empezar.

Aun así…siempre llevo todo preparado, la inspiración no puede llegar si no tiene donde apoyarse, aunque sea para desbaratarlo todo y ponerlo del revés.

Anne Bogart decía, casi como un chiste, que a menudo uno pasa todos los ensayos arreglando lo que ocurrió mal en el primero… Yo opino que hay mucha verdad en ello.

Para que en un ensayo surja la chispa hay que crear un ambiente de creatividad, permitirte no criticar, que los actores se sientan libres, no juzgados, un momento en que todo vale.

Y cuando surja una idea, una chispa, ÚSALA, DALE FORMA, CÁMBIALAContinuar leyendo «flexibilidad 2. Inspiración…¿dónde andas?»

la flexibilidad para ser un actor feliz

Mi madre me dijo una vez “desde que tienes 3 años sé que te pase lo que te pase, sales adelante” en ese momento me impresionó, y le he dado muchas vueltas a lo largo de mi vida.

¿Qué significa “salir adelante”? en realidad tiene que ver con la capacidad para resolver, para adaptarse a las nuevas situaciones, para ver salidas nuevas y pensar alternativas…

Para un actor eso es esencial, luego veremos qué ocurre con los personajes y cómo entrenar esta cualidad.

A lo largo de su carrera un actor rígido cree encontrarse con multitud de obstáculos cada vez que crea un personaje porque cada vez que haya un cambio inesperado, en el guion, en alguna indicación de dirección…, lo verá como algo en su contra, en cambio para un actor más flexible solo son oportunidades de crear algo mejor.

Crisis en japonés significa cambio y oportunidad

Deberíamos estar felices de que un director piense que, otro movimiento o matiz en mi personaje, vamos a contar mejor la historia, o puede ser más interesante. Y estemos seguros de que todos y cada uno de los que trabaja en un proyecto quiere que salga lo mejor posible, todos remamos en la misma dirección.

Una de las características que parece inherente al arte es no estar nunca plenamente satisfecho, siempre estamos buscando mejorar lo que ya parece terminado.

Las obras de teatro no se acaban, simplemente se estrenan así, de hecho, durante su recorrido con público se van ajustando, no solo en tempo y en texto, sino incluso de personajes, hay directores que van cambiando cosas casi a diario, y estemos agradecidos de que haya alguien que desde fuera nos ofrece la oportunidad de brillar más.

Esto es en lo que compete al actor, pero debemos construir también nuestros personajes desde la flexibilidad.

Yo suelo decir que los personajes persiguen sus objetivos como si les fuera la vida en ello, pero a la vez, éstos pueden cambiar en cualquier momento.  Y eso les obliga a ser mucho más activos. 

Los que hemos trabajado los clowns, sabemos que esa es una máxima de la personalidad de todos ellos, solo tienen capacidad para hacer una cosa a la vez, pero esa “cosa” cambia constantemente.

Se adapta, resuelve, busca un nuevo foco y de nuevo va a por él. Continuar leyendo «la flexibilidad para ser un actor feliz»

La sonrisa interior

 

 

El cuerpo del actor tiene que ser flexible, consciente, activo, fluido, irradiante, moldeador del aire, con tensión, sensible, fuerte, con presencia….  ¡Menudo lío¡

Parece que con tantas indicaciones sea imposible acertar, es como todos los consejos para mantenerse en forma, al final hay tantas posibilidades que uno no hace nada, o al menos eso me pasa a mí.

En todos estos años de profesora me he dado cuenta de una cosa, hay un cuerpo para entrenar y hay otro cuerpo para actuar.

El cuerpo que se entrena es fundamentalmente controlado, es un cuerpo que escucha, que es absolutamente consciente, que busca la belleza, que busca movimientos nuevos, que experimenta y se arriesga, que a veces, aun sabiendo de antemano que es una locura, lo intenta, que se cae, que obedece al director, que trata de entender indicaciones, que se mueve a veces tan despacio que es apenas imperceptible. Se está entrenando.

Las técnicas teatrales con las que estamos trabajando en estos últimos años incluyen el cuerpo para trabajar la imaginación y la creatividad. ¿Es posible imaginar con el cuerpo?, ¿es posible que el cuerpo sepa lo que quiere decir mejor que uno mismo? Desde luego que sí. Es increíble lo que todos somos capaces de descubrir de nuestra propia expresividad si estamos relajados y flexibles.  ¿Podemos “bailar” una letra, un personaje, una emoción…? sí, y es fascinante.

Por otro lado, un solo gesto nos puede llevar con la imaginación al lugar del mundo que queramos y lo que es más increíble, al personaje que queramos, un niño, un anciano, una esclava en roma, un hombre primitivo…etc., sin importar si somos hombre o mujer ni la edad o constitución que tengamos.  El cuerpo imagina por nosotros, solo tenemos que estar relajados (una vez más) y abiertos. Y no dudar… no dudar nunca, seguir el impulso de la primera idea que me venga a la cabeza y aprovecharla.

También podemos crear sucesos o momentos importantes, o una secuencia emocional creando una secuencia de fotos, una partitura de movimientos (una especie de coreografía que es a la vez corporal y emocional), cuando “pasamos” por ellas, en nuestro cuerpo pasa algo, y emocionalmente conectamos, algo hace “click” y aumentamos nuestra concentración y escucha interior, lo que nos permite escuchar más al otro.

Todas estas técnicas son maravillosas, eficaces y deliciosas de experimentar.  Pero no dejan de ser un entrenamiento. Continuar leyendo «La sonrisa interior»