Saca el monstruo que llevas dentro

Luis interpretando a Macbeth

Nuestro personaje  somos nosotros: no,…  pero…tampoco partimos de la nada

Debemos aspirar a ser lienzos en blanco, donde se pueda dibujar el personaje que estamos construyendo.

Hace unos años creía firmemente en la transformación de un actor en un personaje, en ese momento sagrado en que encarnas, como en la sala de los espejos del kabuki, al personaje. Ese instante mágico en el que el actor sufre esa posesión, que piensan como el personaje  y se comportan como él.

Ahora lo creo con igual firmeza, pero ligeramente distinto.

Partimos de la base de que elijo no trabajar con mis propias vivencias de un modo consciente, para atraer emociones o situaciones emocionales.  El lema de este blog: “dramassindrama” sigue vigente

Pero también sé que es imposible trabajar sin nuestro imaginario, y todos tenemos uno en el que cabe todo, películas, libros, teatro, exposiciones, sueños, pero por supuesto también están y de un modo bastante protagonista, nuestras vidas. Es muy complicado tratar de eludir todo lo referente a nuestras vivencias porque están ahí, y acuden aunque no se las convoque. Aunque tampoco hay que temerle a eso, ¿se me cruzan mis vivencias?, vale, mientras no sea de un modo consciente, pues es normal.  Eso sí, procurando que si me meto en zonas peligrosas, es decir, heridas no curadas, es mejor salir y empezar desde otro lado.

Cuando hablamos de construir personajes  casi siempre se habla de dos niveles de trabajo;  a nivel físico y a nivel psicológico.

Pero diría que no es tan simple y que existen muchas otras maneras, de construir un personaje a partir de las cosas más variopintas. A veces no conectas con él, se te resiste, no te encuentras cómodo, todo resulta artificial, falso,  forzado y de pronto te pones determinado vestuario y… ¡tachann¡,  todo cambia, la ropa te hace entenderlo y que las piezas encajen , o encuentras un gesto que te define y a partir de ahí empieza a crecer, o incluso una musica, o una voz, no hay nada escrito y no hay normas, eso hay que tenerlo claro, en esto de la interpretación hay muy pocas normas. ¿Qué hace que esa creatividad surja en determinado momento?, creo que el que conecta con algo nuestro, algo que nos afecta, que nos divierte, que nos sorprende…  

Cierto es que los personajes, al igual que las obras  tienen vida propia, van encontrando su lugar, se van ajustando y a veces a pesar del actor o en contra de lo que a priori se pensaba. Hay que dejarlo vivir, respirar, para que sea bello, fácil, creíble, orgánico, sin juzgarle, sin reírte de él, sino con el sumo respeto y cariño,  creo que hay que querer a todos nuestros personajes, sean como sean.

Lo ideal es, como decía,  convertirse en un lienzo en blanco,  ser lo más neutros posibles de base,  quitarnos el personaje adquirido, esos gestos que nos definen, ese tono o ritmo al hablar que nos identifica como personas y que nos hace diferentes y distinguibles entre miles, a partir de esa neutralidad, empezar a crear.

¿Cómo adquirimos esa manera particular de mirar, de andar, de pensar, de ser…?  Son el resultado de lo que Stanislavski denominó  “las circunstancias dadas”. Construimos el personaje a partir de todo lo que le ha ocurrido, todas las vivencias acumuladas que le configuran como personaje.  

Hay dos tipos de actores, los que se transforman físicamente y los que no, y ambos pueden estar llenos de emocion y verdad.

 Al final nuestro cuerpo es nuestro cuerpo, nuestra cara es nuestra cara y tenemos que partir de  nosotros,. pero…  ¿eso significa que no podemos construir personajes?

Uhmm, sí podemos, y lo hacemos, pero… (esto lo digo con mucho cuidado), creo que todos los personajes están dentro de nosotros,  por eso a veces se puede hablar de que en realidad no se construye un personaje sino que solo liberas la parte de ti que conecta con ese personaje. Todo está dentro de ti, todos los pensamientos, todos los comportamientos, la capacidad de hacer mal y la capacidad de hacer bien, la capacidad de amar y de odiar, todo , absolutamente todo lo tenemos dentro. Y  nos toca decidir con cual de nuestras partes vamos a trabajar determinado personaje, y por qué elijo  sacar eso. La cuestión es que hay que permitirles salir, todos los pensamientos están dentro de nosotros, y admitirlo es duro, muy duro, pero si lo niegas, si no permites que esos pensamientos salgan en determinado momento no vas a poder hacer muchos de los personajes con los que te vas a ir encontrando en los escenarios o platós.  O los harás sin verdad, haciendo que haces, haciendo que sientes sin sentir, sin que la emocion sea real.

Actuar podría ser liberar partes de ti,  eso que te lleva a usar el cuerpo de determinada manera, mirar de un modo distinto,  hablar y  comportarte diferente,  y todo provocado por las circunstancias que haya vivido tu personaje. Por cómo le ha tratado la vida.  

Y detrás está el actor, puede desaparecer más o menos, ser más transparente o menos, pero no podemos evitarlo, ahí estamos, agazapados, escondidos, camuflados, tratando de pasar desapercibidos, pero estamos ahí.

Yo he negado mucho tiempo mi parte de maldad, el monstruo que llevo dentro, y estoy convencida de que, a menudo, cuando estoy actuando, lo libero.  Eso me ha hecho consciente de que en el fondo habita en mí y tengo que aceptarlo, tenerlo controlado, pero aceptar que está conmigo, me acompaña. Y por eso quizás es tan liberador actuar, porque me permite relajarme, dejarlo salir a pasear un rato.

Mi consejo es que no tengas miedo, deja salir a tu monstruo interior, o tu ternura, o tu vulnerabilidad, úsalos, despiértalos, sácales partido,  eso no significa que se quede para siempre, después de actuar puedes volver a meterlo en su jaula si no te gusta.

SATORI

(Roxy)

Satori es un momento de no-mente y de presencia total,

Término japonés que designa la iluminación en el budismo zen.

La palabra significa literalmente ‘comprensión’

Es un momento de iluminación, un momento es que se comprende, se entiende algo, un momento de conexión total con el tiempo y el espacio.  Un momento de paz y equilibrio.

No siendo japonesa, ni siquiera estoy segura de que esté entendiendo correctamente el término, pero a mí me vale y voy a tratar de explicaros por qué creo que los actores y el satori están tan conectados.

Son momentos perfectos de la vida, en que todo está en su sitio, en que estás donde quieres estar y haciendo lo que quieres hacer y las circunstancias que te rodean son idóneas; temperatura, espacio, compañía, no te duele nada… etc. Parecen sencillos pero aun buscándolos no son fáciles de alcanzar.  Un mensaje del móvil, o demasiado ruido en la cabeza puede frustrarlos.

El actor, como artista, experimenta momentos satori. Momentos en que sientes que el personaje te ha poseído, que perteneces al personaje, y que apenas  puedes controlar lo que él hace, el personaje te controla, controla tu cuerpo, controla tus emociones y controla cómo ves el mundo y el modo de relacionarte con él. 

Sientes el escenario, el público, el personaje, eres consciente de que lo estás controlando, que estás haciendo bien tu trabajo, que respetas las pautas marcadas pero sin ser un robot, que mantienes el ritmo adecuado, que el público está atento a lo que haces, a cada uno de tus movimientos, que tu concentración y tu entrega son totales… esos momentos son mágicos y creo que son los culpables de que tanta gente quiera ser actor y se enganche a esta profesión.

Pero ¿qué se necesita para construir ese momento?  Creo que trabajo, trabajo y trabajo.

Pero también actitud, creo que sin ese momento  de compromiso, en que te entregas a lo que haces, no es posible vivir un instante satori, de compresión y de conexión con el mundo.

Los actores tenemos el privilegio de poder sentir eso, y me incluyo porque yo, como profesora, tengo la suerte de que cuando estoy en una clase, compartiendo la clase, aprendiendo juntos, descubriendo cosas juntos, tengo bastantes momentos de esos, en que algo que se propone funciona, que todos vemos que funciona, y todos juntos vivimos ese momento. Eso hace que después de tantos años aun disfrute inmensamente de la mayoría de mis clases.

Puedes sentir que lo que está ocurriendo en la clase está calando en los alumnos, que les interesa, ya sea lo que yo puedo compartir con ellos, como lo que ocurre en el escenario, y les hace pensar, les hace creer en su capacidad de crear algo hermoso y artístico, creer en ellos y en el grupo, que son parte de algo y que lo que hacen trasciende. Y vuelve a producirse la magia, el momento satori.

Yo personalmente lo siento de un modo muy intenso, y de hecho, en las clases, en las que lamentablemente no tenemos ningún instante satori, (también tengo muchas) que no consigo interesarles lo suficiente, o que lo que ocurre en el escenario no fluye,  me voy a casa un tanto frustrada, dispuesta a pelear para que la siguiente clase esté llena de ellos y sabiendo que lo vamos a conseguir.  Llego a casa enfadada conmigo, porque pienso que no ha sido una clase que mereciera la pena.

No sé si mis alumnos son tan conscientes de esos instantes, pero confío en que sí. Ese momento de plenitud, al decir una frase, al responder a un impulso, a no pensar sino dejarse fluir,  ese momento en que parece que todo está bien, que todo va a salir bien, que lo estamos haciendo bien, que estamos donde queremos estar.

Si un actor pudiera dejar la cabeza fuera de clase, relajarse, darlo todo, no guardarse nada, ser transparente. Si pudieran confiar en ellos, tener conciencia de lo poderosos que son, de lo grandes que son, solo concentrándose, no dudando, escuchando de verdad, mirando al otro, haciendo de verdad en lugar de haciendo que hago, si vieran la grandeza que hay detrás de todo eso, lo harían siempre, no esperarían a estar más confiados, a saberse mejor el texto, a tener el vestuario, etc. Sino que lo sacarían ya, hoy, ya, ahora, disfrutar el ahora y tener muchos momentos satori. A eso os ánimo.

Silencio

Todos los ojos mirando

Nos miramos

Nos vemos

Nos observamos

Nos abrazamos

Estamos ahí

Más silencio

Un nudo en el estómago

Las palmas de la mano sudando

Nos vemos

Nos miramos

Nos observamos

Estamos juntos

En un silencio ruidoso

En un silencio denso

Lleno de sentimientos

El silencio

Estoy presente

Estás presente

Respiro

Respiras

Respiramos

Empieza el movimiento

Una coreografía entre todos

Conectados

En comunión

Bailando en el escenario

Muchas energías juntas

En armonía

Un único aliento

Emociones en el estómago

Luces que se apagan

Aplausos

Euforia

Camila sierra

Sofrosine

Katharsis, anagnórisis, sofrosine e hipócrita.

Καταρράκτη      ἀναγνώρισις      σοφροσίνη       ιπποκρίτης

Katharsis: Purificación emocional corporal, mental y espiritual. Mediante la experiencia de la piedad y el temor, los espectadores de la tragedia experimentaran la purificación del alma de las pasiones.

Anagnórisis: Recurso narrativo que consiste en el descubrimiento por parte de un personaje de datos esenciales sobre su identidad, sus seres queridos o su entorno, ocultos para él hasta ese momento.

Hipócrita: En el teatro griego era simplemente el que portaba dos máscaras para hacer dos personajes diferentes en una tragedia.

Sofrosine: la calma. Excelencia de carácter y solidez de la mente.  Autocontrol, moderación o templanza.

Cuando llevas tiempo impartiendo clases, yendo al teatro y cuestionándote acerca de él, surgen preguntas sobre su origen, y por qué sigue siendo tan importante en mi vida, y en la de muchas personas.

No solo el hecho de hacer teatro, sino que el acto de asistir a su representación se convierte en algo esencial.

Hacer teatro…. Interpretar, encarnar, entrar en trance… ¿Por qué seguimos queriendo experimentar, sentirnos otra persona, ¿por qué seguimos queriendo contar historias?  Y en el otro lado: ¿por qué nos engancha de ese modo la experiencia de compartir emociones con otras personas que no conocemos cada vez que vamos al teatro? Nos sentamos en la butaca llenos de expectativas, la emoción cuando se apaga la luz. ¿qué viaje voy a realizar?, ¿adónde me va a llevar? y ¿hasta dónde me va a remover? ¿hasta dónde me lo voy a permitir? Y siempre deseo que sea muy lejos y que me mueva hasta las entrañas.

Yo no soy creyente, pero os aseguro que en la sala de ensayos o en una sala de teatro, se produce algo espiritual: Magia.

¿De dónde nos viene esta necesidad? Eso es lo que me pregunto, y a la vez me maravillo de que la tecnología a la que tenemos hoy en día alcance y todos los productos para crear experiencias excitantes no hayan terminado con algo tan sencillo como alguien en un escenario con una luz, grande o pequeña, contándote una historia.  La experiencia teatral sigue siendo única.  Somos contadores de historias. Y la energía de la emoción y el pensamiento colectivos engancha. Y hacerlo mucho más.

Para los griegos el teatro era una parte esencial de su vida. Se celebraban las grandes dionisiacas, varios días donde todo tipo de obras eran representadas y todos acudían al teatro, estaban muchas horas, se relacionaban, aprendían sobre ellos mismos y sus historias, era una experiencia compartida a la que todos tenían derecho, porque lo consideraban un bien para la sociedad.

¿Qué nos queda de nuestros antepasados?, de los griegos ¿cuánto tenemos que aprender?. ¿Qué recorrido hay del teatro?.

¿Cuánto queda por hacer?, ¿qué nuevas cosas llegarán?

EL teatro surgió de una fiesta: el ditirambo.  Me gusta pensar el acudir a un lugar de representación que sigue siendo algo festivo, donde unos actores que entran en trance. Trance no en el sentido extraordinario sino algo casi cotidiano para ellos pero que no deja de ser un momento mágico, pues un actor en plena representación se convierte de verdad en el personaje. Piensa, se comporta, siente, ve, huele, y acciona como él.

Nos queda mucho de todo eso. Aunque el mundo haya avanzado muchísimo en otros aspectos, la esencia del teatro sigue siendo la misma.

Puede haber espectáculos con luces, vídeos, maquinaria, efectos impresionantes, pero también hay otros sencillos en las que un actor te pone los pelos de punta sin nada más que un escenario vacío.  Y eso es lo maravilloso de teatro, la cantidad de posibilidades expresivas y poéticas diferentes que te ofrece. Tiene un lenguaje propio.

Y demos gracias a los creadores que están en una búsqueda constante de encontrar el modo de sorprendernos de nuevo. Y lo consiguen muy a menudo.

Agradecer también al público esa apertura, cuando se sienta en la butaca está deseando entrar en tu historia, se lo quiere creer, está deseando compartir contigo ese viaje. Eso nos permite a los actores licencias poéticas maravillosas. Lo compruebo en cada muestra de la escuela, siempre hay algo que el alumno/actor duda si se entenderá, pero el espectador comprende, está a tu lado. Y siempre ha sido así.

El teatro se reinventa en cada obra, así mismo la forma de interpretar o encarnar a los personajes ha ido variando a lo largo de la historia y cada actor va encontrando su propio estilo. Eso hace que nunca veas lo mismo, aunque el libreto tenga cientos de años.

Hay aspectos que se mantienen como el coro griego antiguo; En el teatro griego el coro se utilizaba para cuestionar a los personajes, como la voz del autor, o del público.  Eso hoy en día se utiliza constantemente, aunque no lo reconozcamos con ese nombre. voces en off, monólogos donde uno mismo se pregunta por el sentido de lo que está haciendo, o incluso personalizado en uno de los personajes, que se pasa toda la obra molestando y cuestionando al protagonista.  

Katharsis, hipócrita y anagnórisis.  ¿Cuantas palabras incluso se siguen utilizando hoy en día que vienen del teatro?  Muchas más de las que pensamos.


¿Qué nos queda de los griegos? Mucho. Todos los dramas de hoy en día tiene mucho de las antiguas tragedias griegas.  Esos seres que se creían que el Agón, en el destino, que nada podían hacer por cambiar lo que estaba escrito…Quizás nos cuesta ver que no somos víctimas de los acontecimientos, que tenemos salvación, que podemos escapar a la tragedia, pocos personajes son capaces de escapar y adaptarse a las nuevas situaciones. Eso les convierte en más griegos que nadie.

Esos personajes sufren, pero en el teatro, a los actores, en general, nos encanta poder representarlos. 
Sabemos que los personajes nunca se curan, sus heridas son arrastradas durante toda su existencia, como un papel rasgado, doblado o quemado. Eso les confiere un personalidad interesante, poliédrica y compleja, que a los actores les encanta desentrañar y mostrar utilizando todo su arte para resultar hipnóticos para el público. 

EL teatro griego nos ha dejado grandes tragedias que hoy en día se siguen representando. Personajes despechados que matan a sus propios hijos como Medea… pero no hace falta que sean escritos hace 2500 años, muchos de los personajes de muchas de las obras actuales son auténticos griegos, y de ese sufrimiento podemos ver reflejado una parte de nosotros y sentirnos héroes cuando recuperan el equilibrio.

No perdamos al griego que llevamos dentro, para sentir con intensidad, para ser permeables a lo que ocurre a nuestro alrededor, para tener momentos de anagnórisis tan profundos que cambien nuestra vida, para contener la hybris y dejar de ser hipócritas, consigamos la sofrosine y seamos felices.  Y a la vez, consigamos salir de ese laberinto, usemos nuestra creatividad, no permitamos que decidan por nosotros. Vivamos el teatro, disfrutemos con él y dejemos que cambie el mundo como siempre lo ha hecho. Y a esos espectadores que nos permiten trabajar con libertad: GRACIAS.

PRESENCIA

categoría:  reflexiones de una teatrera

 

Presencia= Peso, fuerza, intensidad, magnetismo, verdad.

Entras al escenario y no hablas, solo miras… y el público no puede evitar mirarte, se siente intimidado y sigue cada movimiento que haces como si de ello dependiera la obra, nadie quiere perderse ni un detalle, no vaya a ser que sea crucial, y cuando abres la boca, cada una tus palabras parecen tener la verdad, la fuerza absoluta. Se hace un silencio total cada vez que haces una pausa, nadie respira…

Todos creen lo que dices, no se cuestiona, sí, están en tus manos.

Y es cierto, nos tienen a su merced.

Eso es la presencia, algo difícil de explicar, y aún más complicado de enseñar.

Hay actores que la tienen prácticamente de un modo natural, pero que nadie se desanime si piensa que no la tiene, quizás no consigue la fuerza de Sean Connery o de Liam Neeson tan fácilmente, pero tendremos la suficiente como para ser capaces de ser los que dirigen.

Ser actor en algunos momentos se parece mucho a ser un director de orquesta, tienes que atrapar al público y luego, dirigir un poco su mirada y su pensamiento. Les acelero, les pauso, les emociono…

Con ello no estoy diciendo que el publico no sea capaz de pensar, que sean como borregos a los que voy llevando por donde yo quiero, en absoluto, de hecho, pienso que el teatro mejor es el que te despierta preguntas, el que te deja huecos que tienes que rellenar luego tú.

El verfremdungseffeck (efecto de distanciamiento) de Brecht, pretendía tener a un público pensante, activo, a base de parar la obra, de romper la cuarta pared, de meter canciones, de contar lo que va a ocurrir incluso antes de que ocurriera o narrarlo después, mezclar narradores con acciones… etc. De ese modo el público, eso pensaba, tendría que darse cuenta de que estaba dentro de una obra y dejaría de entregarse tanto emocionalmente como para permitirse pensar al tiempo que disfrutaba de la obra. Pretendía educarnos, pues dejas de ver el caso concreto de los personajes y entiendes más el problema social que te puede estar presentando. Pero lo cierto es que cuando el teatro está bien interpretado, ya puedes hacer lo que quieras, hablarnos, insultarnos, darnos la espalda, callarte…que el público está dispuesto y entregado. Eso es lo bueno y lo malo.

Por cierto, durante muchísimos años en el teatro no se podía dar la espalda, era tan terrible que, en Francia, un belga nacido en 1888 llamado Antoine, creo el teatro libre también llamado el “teatro de espaldas” y el público llegaba a irse del teatro pues se sentía insultado.

Pepa Aniorte, ex alumna de la escuela, en una charla con nuestros alumnos le decía que tuvieran calma, y salieran tranquilos a escena,  porque el público que acude al teatro, siempre quiere que la obra sea maravillosa, desde que ya saben que van a acudir al teatro empiezan a prepararse, por lo que hayan oído, por alguna imagen que hayan podido ver, por un comentario de otro espectador…  y van creando unas expectativas, casi siempre buenas, puesto que han decidido ir a ver la obra, y harán todo lo posible para que se cumplan. De modo que suelen estar a nuestro favor, y no en contra como, por los nervios que presentan antes de salir a escena muchos actores, parecen creer.

El público quiere sufrir contigo, emocionarse, que les cuestiones, que les revuelvas, que a veces no sepan muy bien que piensan al respecto… pero está claro que están con nosotros. Allí, construyendo ese espacio mágico que es un teatro.

Cuantos más años eres actor, más presencia tienes… esta máxima suele ser cierta.

Tened confianza… sé que, aunque es una sola palabra, no es tan fácil aumentarla, y  entonces mi consejo a los que empezáis es; paciencia y ensayos, ensayos, y más ensayos.  Nada aporta mas confianza que el saber lo que estoy haciendo y para saber lo que estoy haciendo hay que prepararse bien, antes de los ensayos, durante los ensayos y antes de la representación. A Darío Frías le preguntaban en una charla algún truco para vencer los nervios y dijo: ir preparado y ensayado. Y no hay mucho más.

Y nada te aporta más presencia que la confianza.

Es cierto que no todos somos iguales, y que no todos los personajes exigen el mismo nivel de presencia, pero en lo que creo que estamos muchos de acuerdo es en que un actor tiene que tener esa presencia que te da el confiar en tu trabajo.  Y esa confianza se va traduciendo en lo que digo siempre, libertad para probar y arriesgarme.  Eso te aportará verdad.

Y para finalizar, pienso que para tener presencia fuera del escenario, que también se necesita, el mejor consejo es ser uno mismo, cuando no tienes miedo de ser como eres, y cuando eres tú mismo es imposible hacerlo mal, y eso también aporta confianza. (yo tengo 54 años y estoy todavía en ello, pero me voy acercando poco a poco, y este blog es una muestra de ello.)

En definitiva: presencia, dentro del escenario, ensaya mucho y fuera del escenario, sé tu mismo.

Animo a todos. Y mucho amor.

saber que ser puede /querer que se pueda/ quitarse los miedos/ sacarlos afuera y pintarse la cara color esperanza

 

flexibilidad 2. Inspiración…¿dónde andas?

Un actor tiene una línea divisoria muy frágil entre él y su personaje.

Es como bucear…estoy bajo el agua con una percepción un tanto irreal de lo que me rodea y sobre todo de lo que está fuera del agua…de vez en cuando necesito salir al exterior y coger aire, de ese modo mi mente chequea que todo está en orden, que no he hecho daño al otro, que estoy en el lugar adecuado del escenario, que he dicho mi texto… pero a veces, estoy mas tiempo del habitual y llevo hasta el limite mi capacidad pulmonar, buceo, buceo, buceo y estoy feliz…estoy en las profundidades con mi personaje…  y eso engancha. Estoy inspirado solemos pensar.

La inspiración hay que cuidarla, hay que darle de comer, hay que mimarla, escucharla…sino se irá hacia otro lado.

Hay gente capaz de imaginar el resultado en la mesa de trabajo y otros, entre los que me incluyo, que por más que llevemos todo preparado, escrito, pensado, dependemos tanto de las personas, y de todo lo que nos aportan en cada ensayo, que estas casi obligado a volver a empezar.

Aun así…siempre llevo todo preparado, la inspiración no puede llegar si no tiene donde apoyarse, aunque sea para desbaratarlo todo y ponerlo del revés.

Anne Bogart decía, casi como un chiste, que a menudo uno pasa todos los ensayos arreglando lo que ocurrió mal en el primero… Yo opino que hay mucha verdad en ello.

Para que en un ensayo surja la chispa hay que crear un ambiente de creatividad, permitirte no criticar, que los actores se sientan libres, no juzgados, un momento en que todo vale.

Y cuando surja una idea, una chispa, ÚSALA, DALE FORMA, CÁMBIALAContinuar leyendo «flexibilidad 2. Inspiración…¿dónde andas?»

En busca del impulso perdido

                          Normas usos y costumbres de la sociedad moderna

 

Cuando un actor comienza a prepararse, yo siempre recomiendo que conecten con el niño que llevan dentro, ¿por qué? Porque un niño tiene vivencias  y  sensaciones por primera vez,  porque se sorprende con lo nuevo, porque experimenta, porque no se aburre (o al menos antes no se aburrían, quizás con la tecnología haya cambiado eso), porque se entusiasma, porque se entretiene, porque utiliza su imaginación y sobre todo:

porque sigue sus impulsos.

Al mismo tiempo les pido que piensen en la locura, pero no para perder la lucidez y no poder pensar, sino buscando la obsesión que permite centrarse en lo que haces, anular las distracciones, poner los cinco sentidos en la misma dirección y de nuevo: seguir impulsos.

¿Nos es cada vez más difícil conectar con nuestras necesidades, nuestros deseos y en definitiva nuestros impulsos?

Mi marido es coach y a menudo me cuenta la dificultad de muchos en saber lo que quieren, en generar objetivos y decidir hacia dónde quieren ir…

Me parece curioso que el problema no sea tanto el conseguir las cosas como el saber lo que me apetece.

Pues bien, eso ocurre a menudo en escena, en los ensayos, en los ejercicios.

Los actores sabemos muy bien hacer un análisis de texto, subdividimos todo en unidades, decidimos los sucesos que marcan las diferencias y nos ayudan a encontrar los matices y evolución, y ponemos objetivos o tareas con un ¿qué hago?, ¿para qué lo hago? Y todo queda allí escrito, lleno de anotaciones y colores, para poder trabajar, pero… luego ¿consigo la organicidad?, ¿consigo que eso sea creíble?, ¿consigo que haya un proceso interno que me ayude a que sea fresco, natural y con verdad?

Pues no siempre… y en gran parte esa falta de organicidad es la falta de conexión con nuestros impulsos. Continuar leyendo «En busca del impulso perdido»

Enganchados a la emoción . (yonkies de la emoción).

Ivan en clase de cuerpo con Ugne Dievaityte

Como actores, estamos enganchados a la emoción. Todos los actores tenemos una tendencia natural a sobrevalorar la emoción en escena… cuando conseguimos llorar de verdad por ejemplo, ya da igual que el ritmo no haya sido el adecuado, o que no hayamos respetado movimientos fijados, incluso si he fallado en el texto… nosotros nos sentimos satisfechos con el trabajo, y esperamos felicitaciones de los compañeros y aplausos del público…somos esclavos de ese instante en que conectamos con el personaje y  toda la emoción fluye…uffff… es, para que los que no son actores lo entiendan…como un orgasmo.  Es la guinda del pastel ¡

Pues en estos últimos años he estado dándole muchas vueltas al respecto… ¿es necesario poner tanto empeño en ello? ¿todo lo demás no importa si consigues que la emoción fluya? ¿hasta qué punto hipoteco todo mi aprendizaje a practicar y conectar emocionalmente? …

Yoshi Oida (ya me habéis oído hablar de él en otras ocasiones. Escritor japonés del actor invisible, por ejemplo) propone que en realidad no se puede trabajar la emoción en si misma, lo que se trabaja es la velocidad de la acción, que se traduce en la intensidad de la acción o la conciencia de la acción.

Defiende que una acción, la misma, simplemente cambiando la velocidad, el tempo, hace que varíe la emoción que muestra. Eso es muy fácil de comprobar y totalmente cierto… y eso nos hace cuestionarnos… ¿está la emoción muy sobrevalorada? ¿un actor que solo domina sus emociones es un actor completo?

La respuesta parece evidente: sí, y no Continuar leyendo «Enganchados a la emoción . (yonkies de la emoción).»

kuroko

 

KUROKO

kuroko (黒子),

“…personajes del teatro japonés.  Van siempre vestidos de negro y son considerados hombres invisibles. Ayudan a vestir, colocar la ropa, dar objetos…etc a los actores que en ese momento están actuando.”

Me gustaría convertirme, en muchos aspectos, en uno de ellos. Ser capaz de acompañar, apoyar, ayudar, encauzar, y dirigir a los actores que están aprendiendo para que se sientan seguros y protegidos en su trabajo.

Ser invisible, aunque de momento necesario para ellos.  Conseguir que se sientan confiados y respaldados. Que sean mejores actores, que se sientan fuertes como para poder desarrollar todo su potencial.  ¿Y todo ello con el sentimiento de facilidad, sin presión, sin asperezas… se puede?

Ser el padre que te sostiene la bicicleta cuando estás aprendiendo pero que en realidad solo está para infundirte confianza y ánimo.

Ser profesora de interpretación algo que me ha hecho feliz toda mi vida, Continuar leyendo «kuroko»

el teatro es un arte vivo

 

A lo largo de mi carrera como profesora de interpretación he ido evolucionando y descubriendo nuevas herramientas, autores y estudiosos que han ido transformando mis clases.

Los propios alumnos a menudo hacen que los conceptos y las bases de la enseñanza vayan cambiando.

En uno de los cursos que impartimos en metrópolis, el laboratorio de estilos teatrales, hemos decidido estudiar a alguien relevante en el mundo del teatro cada trimestre y ponemos todo nuestro empeño en aplicar sus técnicas y descubrir qué aporta a todo lo que ya sabemos y cómo mejora nuestra actuación.

Tengo que reconocer que este último año ha sido revelador, el primer encuentro ha sido con

Anne Bogart ha conseguido calarnos hasta el fondo. Nos ha aportado presencia y escucha de tal modo que ahora me parece imposible no haber utilizado sus técnicas antes.

La conocí personalmente en un curso el pasado verano en la Bienalle de Venecia y empecé a familiarizarme con su técnica desarrollada en su compañía SITI COMPANY.

Ha simplificado lo que antes costaba mucho tiempo hacer comprender al actor y sobre todo experimentar.  Continuar leyendo «el teatro es un arte vivo»