Saca el monstruo que llevas dentro

Luis interpretando a Macbeth

Nuestro personaje  somos nosotros: no,…  pero…tampoco partimos de la nada

Debemos aspirar a ser lienzos en blanco, donde se pueda dibujar el personaje que estamos construyendo.

Hace unos años creía firmemente en la transformación de un actor en un personaje, en ese momento sagrado en que encarnas, como en la sala de los espejos del kabuki, al personaje. Ese instante mágico en el que el actor sufre esa posesión, que piensan como el personaje  y se comportan como él.

Ahora lo creo con igual firmeza, pero ligeramente distinto.

Partimos de la base de que elijo no trabajar con mis propias vivencias de un modo consciente, para atraer emociones o situaciones emocionales.  El lema de este blog: “dramassindrama” sigue vigente

Pero también sé que es imposible trabajar sin nuestro imaginario, y todos tenemos uno en el que cabe todo, películas, libros, teatro, exposiciones, sueños, pero por supuesto también están y de un modo bastante protagonista, nuestras vidas. Es muy complicado tratar de eludir todo lo referente a nuestras vivencias porque están ahí, y acuden aunque no se las convoque. Aunque tampoco hay que temerle a eso, ¿se me cruzan mis vivencias?, vale, mientras no sea de un modo consciente, pues es normal.  Eso sí, procurando que si me meto en zonas peligrosas, es decir, heridas no curadas, es mejor salir y empezar desde otro lado.

Cuando hablamos de construir personajes  casi siempre se habla de dos niveles de trabajo;  a nivel físico y a nivel psicológico.

Pero diría que no es tan simple y que existen muchas otras maneras, de construir un personaje a partir de las cosas más variopintas. A veces no conectas con él, se te resiste, no te encuentras cómodo, todo resulta artificial, falso,  forzado y de pronto te pones determinado vestuario y… ¡tachann¡,  todo cambia, la ropa te hace entenderlo y que las piezas encajen , o encuentras un gesto que te define y a partir de ahí empieza a crecer, o incluso una musica, o una voz, no hay nada escrito y no hay normas, eso hay que tenerlo claro, en esto de la interpretación hay muy pocas normas. ¿Qué hace que esa creatividad surja en determinado momento?, creo que el que conecta con algo nuestro, algo que nos afecta, que nos divierte, que nos sorprende…  

Cierto es que los personajes, al igual que las obras  tienen vida propia, van encontrando su lugar, se van ajustando y a veces a pesar del actor o en contra de lo que a priori se pensaba. Hay que dejarlo vivir, respirar, para que sea bello, fácil, creíble, orgánico, sin juzgarle, sin reírte de él, sino con el sumo respeto y cariño,  creo que hay que querer a todos nuestros personajes, sean como sean.

Lo ideal es, como decía,  convertirse en un lienzo en blanco,  ser lo más neutros posibles de base,  quitarnos el personaje adquirido, esos gestos que nos definen, ese tono o ritmo al hablar que nos identifica como personas y que nos hace diferentes y distinguibles entre miles, a partir de esa neutralidad, empezar a crear.

¿Cómo adquirimos esa manera particular de mirar, de andar, de pensar, de ser…?  Son el resultado de lo que Stanislavski denominó  “las circunstancias dadas”. Construimos el personaje a partir de todo lo que le ha ocurrido, todas las vivencias acumuladas que le configuran como personaje.  

Hay dos tipos de actores, los que se transforman físicamente y los que no, y ambos pueden estar llenos de emocion y verdad.

 Al final nuestro cuerpo es nuestro cuerpo, nuestra cara es nuestra cara y tenemos que partir de  nosotros,. pero…  ¿eso significa que no podemos construir personajes?

Uhmm, sí podemos, y lo hacemos, pero… (esto lo digo con mucho cuidado), creo que todos los personajes están dentro de nosotros,  por eso a veces se puede hablar de que en realidad no se construye un personaje sino que solo liberas la parte de ti que conecta con ese personaje. Todo está dentro de ti, todos los pensamientos, todos los comportamientos, la capacidad de hacer mal y la capacidad de hacer bien, la capacidad de amar y de odiar, todo , absolutamente todo lo tenemos dentro. Y  nos toca decidir con cual de nuestras partes vamos a trabajar determinado personaje, y por qué elijo  sacar eso. La cuestión es que hay que permitirles salir, todos los pensamientos están dentro de nosotros, y admitirlo es duro, muy duro, pero si lo niegas, si no permites que esos pensamientos salgan en determinado momento no vas a poder hacer muchos de los personajes con los que te vas a ir encontrando en los escenarios o platós.  O los harás sin verdad, haciendo que haces, haciendo que sientes sin sentir, sin que la emocion sea real.

Actuar podría ser liberar partes de ti,  eso que te lleva a usar el cuerpo de determinada manera, mirar de un modo distinto,  hablar y  comportarte diferente,  y todo provocado por las circunstancias que haya vivido tu personaje. Por cómo le ha tratado la vida.  

Y detrás está el actor, puede desaparecer más o menos, ser más transparente o menos, pero no podemos evitarlo, ahí estamos, agazapados, escondidos, camuflados, tratando de pasar desapercibidos, pero estamos ahí.

Yo he negado mucho tiempo mi parte de maldad, el monstruo que llevo dentro, y estoy convencida de que, a menudo, cuando estoy actuando, lo libero.  Eso me ha hecho consciente de que en el fondo habita en mí y tengo que aceptarlo, tenerlo controlado, pero aceptar que está conmigo, me acompaña. Y por eso quizás es tan liberador actuar, porque me permite relajarme, dejarlo salir a pasear un rato.

Mi consejo es que no tengas miedo, deja salir a tu monstruo interior, o tu ternura, o tu vulnerabilidad, úsalos, despiértalos, sácales partido,  eso no significa que se quede para siempre, después de actuar puedes volver a meterlo en su jaula si no te gusta.