Como actores, estamos enganchados a la emoción. Todos los actores tenemos una tendencia natural a sobrevalorar la emoción en escena… cuando conseguimos llorar de verdad por ejemplo, ya da igual que el ritmo no haya sido el adecuado, o que no hayamos respetado movimientos fijados, incluso si he fallado en el texto… nosotros nos sentimos satisfechos con el trabajo, y esperamos felicitaciones de los compañeros y aplausos del público…somos esclavos de ese instante en que conectamos con el personaje y toda la emoción fluye…uffff… es, para que los que no son actores lo entiendan…como un orgasmo. Es la guinda del pastel ¡
Pues en estos últimos años he estado dándole muchas vueltas al respecto… ¿es necesario poner tanto empeño en ello? ¿todo lo demás no importa si consigues que la emoción fluya? ¿hasta qué punto hipoteco todo mi aprendizaje a practicar y conectar emocionalmente? …
Yoshi Oida (ya me habéis oído hablar de él en otras ocasiones. Escritor japonés del actor invisible, por ejemplo) propone que en realidad no se puede trabajar la emoción en si misma, lo que se trabaja es la velocidad de la acción, que se traduce en la intensidad de la acción o la conciencia de la acción.
Defiende que una acción, la misma, simplemente cambiando la velocidad, el tempo, hace que varíe la emoción que muestra. Eso es muy fácil de comprobar y totalmente cierto… y eso nos hace cuestionarnos… ¿está la emoción muy sobrevalorada? ¿un actor que solo domina sus emociones es un actor completo?
La respuesta parece evidente: sí, y no
Un actor tiene tres grandes recursos a sus al alcance: el cuerpo la voz y las emociones.
Y cualquiera que piense que porque domina la tercera es actor está equivocado.
Cada vez hago más hincapié en el control corporal. Cuando un actor controla su cuerpo y está en armonía con él, además de conseguir una concreción y una limpieza que hacen que todo lo que hace en escena sea interesante, muy frecuentemente, además conecta mejor emocionalmente.
La emoción solo llega cuando uno se relaja, y ¿qué mejor relajación que saber qué tengo que hacer con mi cuerpo, saber que mi cuerpo está dando toda la expresividad que la escena requiere y saber que está creando?
En el curso laboratorio de hace tres años estuvimos trabajando con la metodología de Grotowsky, conectábamos algunas de sus teorías con la filosofía de Heráclito… una vasija es rígida pero el agua de dentro se mueve libremente… eso tratamos de emular: un envase, nuestro cuerpo, que sabe lo que hace y lo ejecuta perfectamente y el agua; nuestras emociones fluyen libremente por el cuerpo… y la realidad es que funciona, sorprendentemente funciona muy bien. (ya dedicaré otra entrada a Grotowsky y sus partituras de movimiento que son fascinantes)
Por otro lado, si recordamos los 4 grandes lemas de Michael Chejov: moldear, irradiar, facilidad y belleza
Nos damos cuenta de que la facilidad y el cuerpo están íntimamente ligados, así como la belleza va unida a la concreción y precisión del cuerpo… y luego el moldear e irradiar están conectados con la parte emocional…
Pero sigue siendo igual, la emoción en si misma no se trabaja, se trabaja ligada a todo lo demás, unida al cuerpo, unida al movimiento, unida a la concentración…
La presencia es emocional, el movimiento es emocional, la voz tiene que estar conectada al cuerpo y se convierte en emocional… ¿se puede entonces ser actor sin ser emocional? No, pero ..¿se tiene que trabajar la emoción en si misma? ¿Hay que centrarse en ella como si fuese nuestra mejor herramienta? Pienso que tampoco.
Dejemos que la emoción vaya surgiendo, trabajemos el cuerpo, la voz, la creatividad, las decisiones, la escucha… y la emoción estará allí para aderezarlo todo y crear una deliciosa tarta.
fuerza y amor
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